Cuando sitúas a Jesucristo en primer lugar en tu corazón, eres una bendición.
Al ponerle cariño a las cosas que haces como un jardinero ama sus flores, eres una bendición.
Construyendo genuinos lazos de afecto con nobles expresiones, eres una bendición.
En el momento que tratas a tu prójimo con respeto y consideración, eres una bendición.
Al cultivar pureza de intención en cada uno de tus sueños, eres una bendición.
Cuando deseas a los demás eso que aspiras para ti, eres una bendición.
Si abrazas a un niño con ternura, eres una bendición.
Mientras contribuyes desde tu mundo con la paz y hermandad universal, eres una bendición.
Al agradecer al Señor por todo lo hermoso que llega a tu existencia, eres una bendición.
Cada bendición en nuestras vidas es un regalo conferido desde el corazón de Dios. Que siempre recibamos grandes bendiciones desde su amor infinito. Amén.
Duinka Leal