" Bendice, alma mía, a Jehová,
y bendiga todo mi ser
su santo nombre."
Salmo 103: 1
Al bendecir a Jehová cada día alabamos su nombre, lo reconocemos como nuestro Padre, quien desde su amor justo, misericordioso, llega a nuestras vidas y a través de sus bondadosos favores o gracias nos expresa su fidelidad.
La reverencia misma de bendecir trasciende los actos del habla y se convierte en una auténtica aproximación a Dios en nuestras acciones cotidianas. En situaciones de necesidad el Altísimo interviene en atención a su pueblo, que hace un esfuerzo en seguir sus principios, y por eso lo consuela, comprende, perdona, guiándolo hasta redimirlo de situaciones inaceptables que obstruyen su progreso espiritual. Igualmente lo recompensa, acude en su auxilio atendiendo a su oración; Jehová siempre trae una respuesta amorosa a su clamor: la muy suya, absolutamente concebida en su amor absoluto.
Quizás eso que nos ha llegado de su parte no haya sido lo esperado, no obstante, todo aquello que de El proviene, sin duda, es muy superior a aquello que podamos anhelar. Recordemos que su fin esencial es la restauración y felicidad de sus creyentes, quienes lo han bendecido por siempre.
Desde luego, debemos aprender a esperar con gratitud en Dios. Ante nuestra humana transitoriedad se apiada de sus fieles a quienes por su intermediación nos conduce a estados de alabanza, alegría y Acción de Gracias para que continuemos siendo seres de bendición. De este modo jamás pasaremos por alto que El es quien ordena sabiamente nuestros caminos.
Duinka Leal
