" Pero nuestro Dios está en los cielos,
todo lo que se deleita en hacer lo ha hecho.
Los ídolos de ellos son plata y oro,
la obra de las manos del hombre terestre."
Salmo 115: 3 - 4
Antiguamente, para centrar la atención en algo superior a nosotros, las personas creaban figuras a las cuales les atribuían cualidades divinas, en esa necesidad sempiterna de adhesión a la fuente originaria de quien se procede. Los adoraban; les ofrecían cánticos o sacrificios; los rodeaban con rituales sagrados para ellos; se les inclinaban con devoción a lo que no eran sino invenciones humanas.
Sin embargo, fueron remotos tiempos de adoración politeísta que precedieron a la existencia del Señor Verdadero Jehová, quien está en el cielo; único ser a quien le corresponde la reverencia de sus fieles; Bien Absoluto del hombre, cuya presencia nos va a presevar firmes hasta el fin de los tiempos; de quien solo podemos esperar la autenticidad de los certeros estados del espíritu.
Duinka Leal