"Y nosotros, pueblo tuyo,
y ovejas de tu prado,
te alabaremos para siempre;
de generación en generación
cantaremos tus alabanzas."
Salmo 79: 13
Antes de hacer el análisis pertinente a este salmo es propicio ampliar nuestros conocimientos acerca de quién fue Asaf, debido a la importancia que tiene al ser destacado en el bello "Libro de los Salmos" como uno de sus autores.
El que se congrega...
El nombre hebreo "Asaph" o "Asaf" quiere decir "el que se junta" o "el que se congrega". Nieto de Leví e hijo de Gersón, fue un evidente miembro de la familia de los levitas, altamente vinculada a la corte del rey David.
Por su natural herencia familiar, Asaf vivió inmerso en el mundo cultural del antiguo Israel. Gracias a su excepcional talento para la música, la poesía y la composición salmista en especial, fue uno de los tres levitas elegido por el rey David para dirigir los cánticos de alabanza en el Templo de Jerusalén, rol que únicamente desempeñaban los notables de la época.
Asaf fue alguien muy grande e inspirador. Se destacó como profeta, cantante principal, cimbalista, arpista, carismática personalidad quien delante del tabernáculo inspiraba al pueblo a fortalecer siempre la adoración a Jehová en tiempos de gran exigencia para la preservación de la religiosidad hebraica.
Igualmente su nombre tiene un particular significado por representar "el Padre de los Asafistas" o seguidores de Asaf. Allí se encuentran muchos de sus descendientes quienes prosiguieron su misión participando en los coros, orquestas y composiciones religiosas desde su influencia creativa. Por eso existen salmos que narran experiencias que sucedieron posterior al fallecimiento de Asaf aunque son dedicados a él.
Promesa de adoración de una nación afligida
Este es un salmo de súplica que describe el intenso abatimiento de los israelitas durante el asedio a Jerusalén por parte de las fuerzas tribales que la rodeaban. Esto se refiere fundamentalmente a las tropas de los caldeos, los sirios, los moabitas y los amonitas en una dura época de su historia caracterizada por el control sorpresivo de los ejércitos que pretendían el dominio territorial/gubernamental de la nación hebrea, los cuales iniciaban sus ocupaciones sitiando primeramente las ciudades principales.
En esas implacables circunstancias para los judíos, miles de ellos que se encontraban a las afueras de Jerusalén fueron masacrados y sus cuerpos destrozados fueron arrojados a terrenos insensiblemente; los espacios sagrados fueron destruidos; los objetos de valor patrimonial fueron confiscados; y muchos otros habitantes fueron tomados como rehenes reclusos condenados a muerte.
A raíz de lo vivido, el salmista ruega a su Defensor y desde su angustia existencial le suplica el término de su castigo. Implora su piedad misericordiosa: "Ayúdanos, oh Dios de nuestra salvación, por la gloria de tu nombre; y líbranos, y perdona nuestros pecados por amor de tu nombre" (Salmo 79: 9), al igual que la justicia contra sus opresores: "Derrama tu ira sobre las naciones que no te conocen, y sobre los reinos que no invocan tu nombre" (Salmo 79: 6).
Este testimonio histórico que refleja trágicos, dolorosos momentos sufridos por la nación de Israel culmina con una sublime promesa de amor y reverencia a su supremo Pastor, quien tiernamente oye a su sufrida familia reservándole su aliento.
Duinka Leal