"Y no entres en juicio con tu siervo;
porque no se justificará delante de ti
ningún ser humano "
Salmo 143: 2
"Hazme oir por la mañana tu misericordia,
porque en ti he confiado;
hazme saber el camino por donde ande,
porque a ti he elevado mi alma."
Salmo 143: 8
Este hermoso salmo de David constituye una oración de súplica ante la aflicción que padece el orante por causa del enemigo.
La acción del adversario ha sido de intensa persecución; generándole la pérdida del sentido de la vida, inmerso en un estado de absoluto deterioro: "Porque ha perseguido el enemigo mi alma; ha postrado en tierra mi vida; me ha hecho habitar en tinieblas como los ya muertos" (Salmo 143: 3).
"Yo soy tu siervo..."
El salmista se define a sí mismo como un "siervo" de Jehová en varias oportunidades. El término se refiere a la condición espiritual asumida por el creyente como una persona absolutamente plegada a la voluntad de Dios, nuestro trascendente Ayudador.
La cualidad de la relación con el Padre es la de la completa reverencia, obediencia y sumisión. Esta subordinación es manifiesta desde el desarrollo de las virtudes de la humildad, la receptividad a sus inspiraciones, la sutileza, el silencio, el oído espiritual, la interioridad.
En este sentido, ser un siervo del Padre no debe ser nada fácil para ningún ser humano, ya que significa situar los aspectos de la personalidad por debajo del espíritu, a objeto de atender la sagrada orientación de su Ser divino. El gran mérito de adquirir este carácter es la posibilidad de alcanzar una cohesión definitiva con la luz que ilumina nuestros corazones, por lo cual nunca se experimentará la soledad existencial. Quien pretenda agradarle, tendrá la eterna bendición de su compañía.
Necesidad esencial del Único que hace maravillas
Con el alma agobiada clama a Jehová y le suplica su respuesta; con el sentido de escucha atento espera su llamado; dispuesto a seguir su dirección le pide su orientación; ante su íntimo refugio anhela obtener de su parte la liberación de su opresor: "Enséñame a hacer tu voluntad, porque tú eres mi Dios; tu buen espíritu me guíe a tierra de rectitud" (Salmo 143: 10).
Sin duda, el creador del salmo sabe hondamente que hay algunas circunstancias en las cuales solo el Poderoso es quien puede hacer algo por nosotros y nadie más. Por lo general, es durante experiencias extraordinarias que nos dejan en las manos del Señor y lo que nos queda es esperar a que su designio se manifieste.
Nunca perdamos la visión que así como Él permite que se torne el alba en lobreguez de la misma manera transforma la más obscura noche en el más radiante de los días, ya que ambos momentos representan situaciones que debemos experimentar: "Hazme oir por la mañana tu misericordia, porque en ti he confiado; hazme saber el camino por donde ande, porque a ti he elevado mi alma" (Salmo 143: 8).
Duinka Leal