domingo, 1 de agosto de 2021

Valor universal de lo sagrado

Basílica La Natividad, Belén, actual Cisjordania ocupada

  La esencia de cada civilización contiene dentro de sí los rasgos propios de la religión que la conforma. Se puede decir que estos aspectos representan la construcción simbólica ofrendada por el hombre a modo de expresión de amor, culto o reverencia a su Creador, sea en el Cristianismo, Islamismo, Judaísmo o cualquier otra de las religiones extendidas en el mundo. Es la manera que tiene la humanidad para comunicar materialmente su fusión espiritual con Dios, sin el cual no pudiera existir.

  Es por ello que todo lo construido en la realidad concreta alusivo a la religiosidad como los templos, iglesias, mezquitas, catedrales, salones, áreas naturales o edificaciones destinadas a profesar la fe son considerados lugares patrimoniales sagrados muy pertenecientes a cada cultura, intocables ante quienes no forman parte de esa religión específica. Básicamente constituye el límite genuino que uno se impone al querer encontrar en el absoluto respeto a las creencias del otro, la correspondiente deferencia hacia lo que es eternamente santo de acuerdo a nuestra formación.

  Espacios sagrados como La Natividad, el Monte de los Olivos, los Jardines de Getsemaní, la Torre de David, el Monte del Templo, las mezquitas Al - Aqsa y An - Nasr, entre otros especiales sitios de trascendencia universal son parte de la vasta herencia histórica/cultural no tan solo de los oriundos árabes o hebreos sino también de millones de personas en todo el planeta, gracias a la amplia expansión de estas religiones. Le han dado tanto al mundo sus sagradas escrituras, tanto de su sabiduría, tanto de su inmensidad, que es imposible en la actualidad no acompañar moralmente a sus pueblos procedentes quienes requieren cálida atención internacional, a objeto de hallar salidas armoniosas en la ruta hacia su pacificación territorial.

  Ampliamente difundidas a través de los medios de noticias internacionales han sido las duras confrontaciones entre los pobladores inmersos en el bélico conflicto palestino/israelí. Debemos cooperar con los esfuerzos pacifistas desde nuestras posibilidades. Ciertamente, quienes aman la Biblia, la Torah o el Corán y han encontrado refugio, iluminación, paz, consuelo en estos textos sagrados igualmente hemos sido convocados a ser partícipes, a retribuirle a nuestro amado Señor mediante una razonada actitud de servicio todo lo que de El hemos recibido, precisamente en estas arduas circunstancias por las cuales atraviesan ahora sus propio nativos de Palestina e Israel, sus hijos naturales.
 
Torre de David, Israel
 La Tierra Santa, benditos espacios de Dios
 
 Un aspecto de honor en la reconstrucción del proceso de paz a ser introducido próximamente en el intra - diálogo palestino/israelí es, indiscutiblemente, la ubicación de la protección de los benditos espacios de la Tierra Santa al máximo nivel por parte de los Estados corresponsables de su salvaguardia. Lo trascendental jamás puede ser supeditado a las crisis circunstanciales entre ciudadanos. Todo lo de Dios está inobjetablemente por encima de nosotros.

  En virtud del sacratísimo e internacional significado de estos recintos, absolutamente toda la acción humanitaria y comunitaria diseñada a beneficio de los grupos más vulnerables afectados por la conflictividad allí manifiesta, es decir, niños, ancianos y mujeres embarazadas de bajos recursos, debe girar en torno a su reforzamiento institucional. En esa dirección, la protección estatal de sus infraestructuras debe ser complementada con la cooperación de la comunidad organizada, tanto garante de su preservación como beneficiaria de la programación social gubernamental.

  Belén de Judea, cuna de Jesucristo, Hijo de David, pueblo de Israel
 
  Nacido en Belén de Judea en días del rey Herodes, Jesucristo, hijo de David, es el Salvador de los cristianos, nuestro amado Mesías:  " Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; para ser empadronada con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta. Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre..." (Lucas 2: 4-7). El santísimo " Hijo del Altísimo ", a quien " el Señor Dios le dará el trono de David, su padre " (Lucas 1: 32), tiene la hermosa misión de guiar al querido pueblo de Israel: " Y tú, Belén, de la tierra de Judá, no eres la más pequeña entre los príncipes de Judá, porque de ti saldrá un guiador, que apacentará a mi pueblo Israel " (Mateo 2: 6).  

  Desde luego, de inconmensurable significación para el mundo cristiano es la provincia de Belén de Judea, hoy en día situada en el Area C de Cisjordania ocupada, Estado de Palestina, demarcación llevada a cabo en 1993 en el marco de los Acuerdos de Oslo en Naciones Unidas cuyas resoluciones facilitarán el término de tanto dolor, muerte, destrucción y violencia hasta consolidar fructíferos acuerdos definitivos de paz territorial para felicidad de los estimados hermanos hebreos y árabes.

  Honrando la vida 
 
  A raíz de la aparición del COVID - 19 con sus diferentes variantes se han modificado las políticas sanitarias de bioseguridad en el mundo. La cotidianidad se ha visto alterada completamente persiguiendo la conservación de la especie humana.

  En las regiones que sufren a causa de intervenciones militares, la experiencia queda aún más restringida porque allí la ciudadanía coexiste en un estado de sitio, con controles de seguridad permanentes como sucede en Palestina debido a la ocupación israelí. Con amplio respaldo colectivo al derecho a la libertad religiosa, los sagrados centros de oración generalmente quedan a disposición de sus autoridades obedeciendo las estrictas medidas anti Coronavirus y así se evita se conviertan en focos de contagio. La devoción al Eterno se puede perfectamente ajustar a las exigencias requeridas durante estos duros tiempos de la pandemia.
 
  Proseguir en el sendero de la fe cristiana, judaica o islámica es un honorable compromiso con nuestro Creador, lo que tiene y tendrá su reflejo en el trato que le damos a sus lugares sacrosantos. Seamos promotores de la tolerancia cultivando el diálogo interreligioso entre las civilizaciones. Ampliemos la consideración mutua que nos conduce a gratos encuentros interculturales. Veamos a los musulmanes como los bendecidos hijos de Alá, el Señor de los mundos; a los judíos como los amables descendientes del Dios de Jacob; a los cristianos como los fieles creyentes del Príncipe de la Paz, Cristo Jesús.

  En estas venerables religiones la paz del espíritu constituye el bien más preciado; la buena convivencia, el más grato de los beneficios; la vida entera, la más sublime de las bendiciones; y cada persona, un amado hijo. Sea lo sagrado para nosotros aquello que siempre permanece inalterable en su elevada grandeza.

Duinka Leal


 

Vista de la mezquita Al-Aqsa en Jerusalén Este, Palestina




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