miércoles, 16 de julio de 2025

Permaneciendo en tu visión (y Parte III)

 

"Hizo salir a su pueblo como ovejas, y los llevó por el desierto como un rebaño" 

(Salmo 78: 52)

 
 Amorosamente, el Dios poderoso guió al pueblo de Israel desde Egipto hasta el desierto. Con su impresionante majestuosidad dividió las aguas del mar para que en conjunto pudieran atravesarlas arribando a su primer destino, los espacios fronterizos.

 Lo hizo todo con su alma protectora y el extraordinario poder que tiene por sobre las fuerzas de la naturaleza. Asumiéndolos como sus ovejas los condujo inspirándose en sus trascendentes pensamientos, plenos de su preciosa e infinita bondad. Cuando el Señor quiere a alguien se desborda en la absoluta entrega de su generosidad: "Los trajo después a las fronteras de su tierra santa, a este monte que ganó su mano derecha" (Salmo 78: 54).

 En su momento, bajo su dirección, les distribuyó el territorio entre las diferentes tribus hebreas a objeto de que habitasen allí mientras el guiaba el proceso de este escenario en transición, pacientemente.

"Pero ellos tentaron y enojaron al Dios Altísimo, y no guardaron sus testimonios" (Salmo 78: 56)

"Se enojaron con sus lugares altos, y le provocaron a celo con sus imágenes de talla" (Salmo 78: 58)


 Es posible que los israelitas se plantearan que del mismo modo que, milagrosamente bajo el resguardo del poderío de Su suprema autoridad pudieron salir auxiliados, asimismo llegarían a su definitiva morada. Cuáles obstáculos podría tener un Dios sobrenatural que envía plagas, divide las aguas o decide la hora de algo?

 No obstante, ellos llegaron fue a un árido contexto desértico que anticipaba un largo camino por recorrer. El Organizador de la creación aspiraba de sus creyentes la humilde reverencia de su gratitud; la completa reafirmación de su fe; una mayor compenetración con sus preceptos; la fabricación de su templo en donde pudieran congregarse con la intención de glorificarle, honrarle, mediante actos de Acción de Gracias. Esos eran los anhelos de Jehová.

 Quizás por no haber adquirido la suficiente resiliencia aunada a la paciencia que demanda la comprensión de que la experiencia era de una alta exigencia espiritual y de tiempo, los pobladores recayeron en el politeismo que adoraba en rituales ubicados en lugares altos imágenes de animales a los que les atribuían cualidades divinas. En esos ritos interpretaban un estilo de música acompañado con cantos tribales, tomaban bebidas que los invitaban al desenfreno sexual; hacían servicios a esas deidades por medio de sacrificios humanos con sangre, olvidando su esencia monoteísta.

 Eso despertó la ira del Grande sobre la tierra quien los dejó a su suerte: la persecución, la desolación, el apresamiento por el contrario: "Dejó, por tanto, el tabernáculo de Silo, la tienda en que habitó entre los hombres, y entregó a cautiverio su poderío" (Salmos 78: 60 - 61).

 Nuevamente volvió a padecer el pueblo judío a causa de la espada, el fuego, el aprisionamiento, la humillación a sus mujeres y hombres, el saqueo a sus bienes, la expropiación, el desconsuelo de la muerte por la cautividad, el distanciamiento de Jehová.

"Desechó la tienda de José, y no escogió la tribu de Efraín, sino que escogió la tribu de Judá, el monte de Sión, al cual amó" (Salmo 78: 67 - 68)


 El mencionado tabernáculo de Silo, guarda relación con los lugares que tuvieron el resguardo por parte de los miembros de la tribu de Efraín durante un tiempo. Ellos no lograron contener a sus férreos enemigos opresores; pasando al cautiverio, muchos de ellos fueron vilmente masacrados. El sagrado recinto de adoración estuvo ubicado en la actual Samaria, en Cisjordania, Israel, siglos antes de que fuera trasladado a Jerusalén.

 La referida experiencia de la amarga pérdida del tabernáculo de Silo indudablemente fue un acontecimiento crucial que favoreció notablemente el ascenso al poder de la tribu de Judá bajo la dirección de David, mucho tiempo después.

 El sentir judío de defensa territorial patrimonial muy característico del pueblo hebreo fue una misión militar que le tocó asumir a David y a su equipo, algo que logró con gran éxito. En su trabajo como gobernante rey de Israel fue reafirmada la devoción a Jehová para que su nación siguiera sus preceptos.

 Que permanezcamos en su visión es algo que el Amantísimo Señor desea que hagamos siempre. El necesita una fiel, obediente, desinteresada comunidad que proceda naturalmente, a tono con su espíritu, porque por nosotros obra eternamente.


Duinka Leal



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