Cristo nos abraza tiernamente, como el buen Pastor abraza a sus ovejas. Esto nos hace sentir más tranquilos en medio de las inquietudes de la vida; llena de calma y consuelo a quienes atraviesan por estados de aflicción; o nos alegra aún más el corazón si estamos ya contentos por algo.
Cuando buscamos la apacible presencia del Señor con la intención de permanecer junto a él, eso nos hace espiritualmente fructíferos. Nuestra perseverante fidelidad nos convierte naturalmente en personas bendecidas por el amado Hijo del Altísimo.
Nunca nos apartemos del cálido abrazo de Jesús. El nos ama con el amor del Dios Padre. El nos conoce y desea que seamos parte de su rebaño, que atentos escuchemos su voz en lo hondo de nuestras almas y sigamos la dirección que tiene para nosotros en esta transición humana hacia la celestial eternidad.
Duinka Leal

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